Miércoles:
PALABRAS A MARIA
Que no dude de
Dios,
aunque me parezca
imposible
Que, siendo libre,
no me olvide de
Dios
Que siendo esclavo
me sienta libre en
Dios
Que me alegre por
el hecho
de haber sido
tocado por Dios
Que nunca deje de
llamarte: bienaventurada¡
Que disfrute con
tantas cosas
que Dios hace por
mí y en mí
Que disperse de mí,
como lo hizo totalmente de ti,
la soberbia y el
orgullo
Que me haga gustar
la grandeza de la pobreza
y la miseria de la
riqueza
Que me colme de lo
bueno para vivir
y me aparte del
maligno que me hacer morir
Y si en algún
instante, María
rompo con la
palabra que ofrecí a Dios:
te pido me
recuerdes que la proeza
no está en el la
cantidad
sino en la calidad
de lo que se da.
Que al igual que
Tú, María,
sepa darme y no
contentarme con dar.
Amén.
Jueves:
Eres, María;
delicadeza en la
dureza
delicadeza cuando
asoman las pruebas
delicadeza cuando
llama Dios
delicadeza cuando
te llaman los hombres.
Eres, María;
delicadeza en el
trato con Dios
delicadeza con las
necesidades de los hombres.
Eres, María;
delicadeza para
embellecer nuestra fe
delicadeza para
profundizar en nuestra oración
delicadeza que nos
ayuda en la Eucaristía
delicadeza para
escuchar la Palabra
de Dios.
Eres, María;
flor delicada y
cortada para Dios
flor con
aroma de servicio
flor sin miedo a la
espina de dolor
flor que, cuanto
más se aprieta, más fragancia ofrece.
Eres, María;
delicadeza que se
compromete
delicadeza que sabe
darse
delicadeza que sabe
respetar
delicadeza que sabe
amar.
Eres, María;
un jardín donde
crece la flor del gusto
tal vez, por eso
mismo,
no quiso pasar de
largo.
Amén.
Ave María Viernes:
Nunca, María, una mujer como Tú
sin decir nada, dijo tanto.
Vale más, tu actitud de escucha,
que mil palabras.
Hablan más tus obras
que un libro de multitud de páginas.
Nunca, María, nadie como Tú
dijo tanto en tan poco espacio de tiempo.
Con un ¡Si!, comenzó Dios a hacerse grande en
tu seno
Con un ¡Sí!, germinó Jesús en tus entrañas
Con un ¡Sí!, Belén preparó humilde morada al
Niño
Sí, María;
tus hechos fueron más elocuentes que tus
dichos.
Tu sencillez más certera que tus palabras
Tu silencio el secreto más profundo
de tus galanteos con el Espíritu.
Si, María;
enséñanos el difícil arte
de decir poco y hacer mucho.
Sí, María;
enséñanos a ahorrar palabras
y regalarnos en gestos.
Si, María;
enséñanos a construir la escuela del silencio
el aula de la paz y de la mansedumbre
el desierto de la calma y el misterio
el oasis donde Dios, de forma determinante,
habla para quien lo busca.
Amén.
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